sábado, 17 de marzo de 2012
DESORIENTACION VOCACIONAL
Frente a un hijo que termina el secundario a los saltos, apuntalado por los cuatro costados con profesores particulares, psicopedagogos y psicólogos ¿que pueden hacer los padres? ¿como actuar ante un adolescente de 17 años?. El chico no tiene la menor idea de lo que quiere seguir y puede decir: no se que estudiar... todo me gusta pero nada me copa. o, simplemente, nada me gusta; y no me gusta estudiar.
Hasta no hace demaciado, había una respuesta con la forma lógica y lapidaria de un condicional: "si no estudias, entonces trabajas". Pero hoy el mercado laboral tiene las puertas blindadas para mas de una franja, como por ejemplo la de los jóvenes.
Ayer, hoy y ¿ mañana?
Cuando era un lujo ir a la escuela publica y el planteo de la orientación vocacional aparecía como un cuestionamiento de elite, a los chicos les hacían la pregunta del millón: "que queres ser cuando seas grande?" ellos respondían "bombero" y ellas, "maestra". Mas tarde, elegir una carrera era dar un paso mas, sin hacer mucho alarde; estaban las tradicionales universitarias y las otras- unas pocas para los que se atrevían a contrariar mandatos-. Y si alguien se le ocurría confesar "no se que voy a seguir", le pegaban la etiqueta: "este no sabe lo que quiere".
La obligacion de decidir a los 17 pendía sobre la cabeza como la espada de Democles. Aquellos que sentían - desde pequeños- la chispa divina de la vocación, tenían "resuelta la vida". Eran épocas en que uno pensaba "para toda la vida", en términos del "para siempre me caso" y "para siempre seré medico", "abandonar" abogacia significaba desertar, clavarse un puñal y desangrarse. "cambiar" por odontología era desafiar el "que dirán" y solo unos poquisinos valientes daban el golpe de timón. Hoy, los muchachos y muchachas-en su mayoría, aunque sin generalizar- no temen mandatos, se vinculan con los padres de otro modo, tienen cientos de carreras nuevas, emergentes de necesidades inéditas y prueban, "que onda, que me pasa como estudiante de tal o cual carrera y, si no es para mi, la dejo". No se sienten en pecado mortal si no complacen las espectativas de la familia, van mas livianos de complejos y son mas libres en un sentido. Pertenecen a la generación que saben que lo único que permanece es el cambio y que la vida a los 17, es una caja de bombones: se elige uno, se prueba otro y nadie obliga comer siempre el mismo.
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